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Sin diferencias y una atmósfera especial

El empate entre Lanús e Independiente fue bastante entretenido. Al menos, más entretenido de lo que muchos podían anticipar en la previa. ¿Por qué? Desde luego, por la presencia de las dos parcialidades, ese condimento que tanto extrañábamos. Y porque ambos, alejados en el campeonato doméstico y concentrados en otros menesteres, presentaron alineaciones alternativas. Pero pese al cambio a mansalva de intérpretes la noche en La Fortaleza resultó atractiva.

Aunque también es cierto que nadie tomó la batuta. Ninguno logró que el partido suene de acuerdo a su partitura. Quedó la sensación en el ambiente de que no hubo jamás un dominador claro. De hecho, solo se apreciaron dos jugadas colectivas bien constituidas: una terminó en el empate de la visita; la otra, sobre el final, casi desemboca en gol de Román Martínez, el que le hubiese dado los tres puntos al Grana. La mayoría de las intervenciones nacieron y murieron en remates de media distancia o contragolpes mal ejecutados.

Otra vez la pelota parada le trajo rédito a Lanús. Ya suena a lugar común y seguramente se ha repetido en varias crónicas anteriores. Pero la realidad es innegable. Ayala, de infalible diestra, envió un venenoso balón al centro del área. El destino llevaba el nombre de Gonzalo Di Renzo, pero el jugador Figal se interpuso en la trayectoria y venció su propia valla. Además, en el contexto ofensivo destacaron Junior Benítez y Denis Stracqualursi, quien demostró aptitudes para pivotear ante un central de categoría como Victorino.

Independiente insinuó con Martín Benítez, mas su desequilibrio creció con el ingreso del Cebolla Rodríguez. El internacional uruguayo aportó más recursos al equipo de Mauricio Pellegrino (de particulares decisiones tácticas, como colocar a Pereyra Díaz de lateral derecho) en ataque. Mayor circulación y criterio desde el medio hacia la derecha. Justamente allí se produjo la génesis de la paridad: maniobra para desairar al Pipi Araujo por parte de Vidal y servicio hacia Lucero, colado entre Gómez y Monteseirín para inflar las redes.

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