El equipo de Guillermo Barros Schelotto le dio al Taladro una verdadera paliza táctica. En un encuentro con cuatro expulsados, un centenar de ocasiones desperdiciadas y una carga emotiva digna de enmarcar, el visitante dominó a un cuadro voraz pero inocente en su última línea. En varios pasajes sufrió demasiado en el retroceso, pero siempre halló la manera de disipar el peligro.
Varios puntos altos en el plano individual. Nicolás Aguirre exhibió un nivel descollante: anotó de penal la apertura del marcador, colaboró en la creación de juego y, junto al Marciano Ortiz, doblegó a toda la línea media banfileña. El Laucha Acosta, como siempre, aportó electricidad en las bandas y enloqueció a sus rivales. Junior Benítez partió de manera anticipada a las duchas, pero su labor fue altamente productiva y redondeó su mejor performance en el año.
Lanús se apoyó en su riqueza táctica para taponar el circuito de fútbol del adversario. Con un 4-1-3-2 bien definido en ataque y un 4-5-1 en campo propio, también superpobló el terreno y generó muchísimas oportunidades para lastimar a Enrique Bologna. Además, el dueño de casa otra vez cometió fallas defensivas notables y Melano encontró tierra fértil para sembrar sus virtudes. De esa manera firmó el segundo tanto del equipo, tras un gran contragolpe encabezado por Ortiz.
A medida que sucedieron las expulsiones, ambos cuadros comenzaron a perder la capacidad de generación y los destellos individuales tomaron el lugar principal. En este panorama, otra vez los hombres de Schelotto manipularon las acciones. Ale Silva y Pasquini entraron, cumplieron sus deberes con solvencia y trajeron serenidad en los minutos finales.
El clásico realmente atrapó a todos. A granates, a lomenses y a al hincha neutral. Noventa minutos de pura adrenalina y desenfreno que terminaron con la mayoría del Sur fundida en un abrazo interminable. Un abrazo que se repitió por cuarta vez al hilo.