Guillermo Barros Schelotto propuso nuevamente un 4-4-2, ya el segundo esquema de su baraja. Pero con una particularidad: colocó a dos hombres capaces de explotar las bandas del mediocampo como Alejandro Silva y Nicolás Pasquini. De la contención se encargaron el Marciano Ortiz y Víctor Ayala, quien ya había cumplido esa función en el primer campeonato del Mellizo en Arias y Guidi. La presencia de dos volantes con recorrido le trajo buenos frutos al local, que exhibió bastante criterio para manejar el balón.
Ale Silva y Pasquini colaboraban de manera regular en la faz ofensiva, y así impidieron que los externos visitantes tomaran protagonismo. Pese a esto, las escasas apariciones de Junior Benítez y Melano (nada más tuvo una ocasión clarísima al inicio) obligaron a buscar nuevas vías de vulnerar a Javier García. ¿Cuáles? Pelotas detenidas y ejecuciones de larga distancia. Por intermedio de este último recurso se inauguró el marcador: un furibundo sablazo de Ayala más una floja reacción del portero adversario desembocaron en el 1-0.
Más allá de que el cuadro del Norte bonaerense propuso un marcaje escalonado, la fragilidad de su defensa se antojaba por demás llamativa. Estaba en problemas, sí, pero equiparó las acciones gracias a la lectura táctica de Gustavo Alfaro. El ingreso de Sebastián Rincón transformó sutilmente al 4-4-2 original, que dejó su lugar a un 4-1-3-2. Joaquín Arzura ocupó el espacio delante de los zagueros y la medular pasó a estar conformada por Facundo Sánchez, Lucas Menossi y Facundo Bertoglio. Dentro de este triángulo quedaron aprisionados Ortiz (posteriormente expulsado) y la capacidad de creación granate.
Bertoglio le había provocado bastantes problemas al Pipi Araujo. Y la entrada de Rincón agravó todavía más esta situación. No obstante, los acercamientos matadores carecían de peso y densidad. Tigre busco desde los costados, con muchos centros, para conseguir la igualdad. De hecho, la sentencia del tanteador se produjo gracias a un centro y una indecisión de Lanús. Pero pudo haber sido evitada si el árbitro Juan Pablo Pompei y sus asistentes hubiesen anulado un fuera de lugar nítido y visible por todos en el estadio.
Tigre careció de ambición en el último tramo. La tripulación de Guillermo -que lamentablemente sufre un sinfín de bajas- arremetió otra vez para reconquistar la ventaja, pero la inferioridad numérica y acefalía futbolística atentaron contra esa meta.