Desembarcó nuevamente en Cabrero y Guidi en 2018 con una misión clara y distintiva de nuestra institución: inculcarle el sentido de pertenencia a los chicos que inician su trayectoria en el formativo. Con el paso de los años, trasladó esa tarea al conjunto Femenino, del que se hizo cargo en septiembre de 2021.
Al momento de su llegada, Tito supo que debía transmitirles a los jugadores que estuvieran bajo sus órdenes lo que significa portar nuestro escudo tanto dentro como fuera del Polideportivo. “Busco darles el ejemplo no solo a las chicas, sino también a los chicos de las formativas. Tienen que saber lo que vale estar acá”, aseguró.
Conoce bien de qué se trata el sentido de pertenencia que lleva como bandera desde sus seis años, cuando comenzó a jugar en el Granate. Eso que aprendió a tan corta edad y que enarbola día a día es la enseñanza que busca imprimir en los nombres que pasan por su ojo crítico.
“Vos tenés que vestir la camiseta de Lanús desde que te levantás hasta que te acostás. Este es un club grande y hay que respetarlo”, indicó el estratega, uno de los que trabajan para continuar agrandando el Orgullo Granate.
Soler hizo toda su trayectoria juvenil en las divisiones inferiores de Lanús hasta que dio el salto a la Primera División en la temporada 1997/98, de la mano de Mario Gómez. Continuó su carrera en Arsenal de Sarandí, San Martín de San Juan, Platense, Temperley y Gimnasia de Jujuy, entre otros.
También tuvo una vasta trayectoria en el exterior, donde participó en las ligas de Corea del Sur, Costa Rica e Indonesia, país donde se retiró como futbolista e inició su camino como entrenador.
“No soy más ni menos que nadie. Sigo aprendiendo día a día”, contó Fernando, quien se define como “una persona sencilla, común, a la que le gusta enseñar e inculcarle a los chicos y chicas para qué lado ir, tratando de que no se equivoquen”.
Luego de hacer sus primeras armas como DT en el masculino (cuando estaba en Asia) y en los formativos de Lanús, Soler se encontró con un inédito y revolucionario compromiso para su carrera: ponerse al frente del conjunto Femenino tras la salida de Karina Medrano, quien logró el ascenso a la máxima división en 2018.
Y no se lo tomó a la ligera: se metió de lleno en el equipo, detectó las irregularidades y trabajó desde el día uno en modificar su cotidianeidad. “Le dimos un orden y profesionalismo”, determinó el DT, que encontró un horario donde pudiera contar con todas sus jugadoras para poder realizar los entrenamientos diariamente.
“Cuando agarramos esto, se entrenaba por la mañana y había menos de 15 futbolistas, cuando en la lista tenía 30. Muchas tenían otros trabajos y se les complicaba asistir. Pregunté una por una cuáles eran sus disponibilidades, nos pusimos de acuerdo y arrancamos en el turno tarde/noche. Ahora cuento con el plantel completo. Se adaptaron bien y vienen todos los días, cosa que antes no hacían”, sostuvo.
Los resultados están a la vista: el equipo Femenino disputó 16 partidos en 2021, de los cuales ganó tres, empató cuatro y perdió nueve. En lo que va de 2022, hasta la decimotercera jornada del certamen, se presentó 12 veces, con siete triunfos y cinco caídas.
Pero lo deportivo no es lo único de lo que tuvo que hacerse cargo Soler. Junto a su cuerpo técnico, se involucraron en la vida de las chicas desde el aspecto humano. “A veces tengo que ser su psicólogo para saber cómo están, qué comieron, dónde durmieron, qué relación tienen con su pareja. Esa es la unión que tenemos. El trato es distinto al masculino. Hay que respetarlas dentro y fuera de la cancha”, aseveró.
A pesar de los cambios, las jugadoras se amoldaron a la metodología del estratega y asumieron un compromiso fundamental para llevar la disciplina en ascenso hacia lo más alto. “Con todas las herramientas que tenemos, esto va a seguir creciendo para el bien de la institución y de las chicas. Hoy tenemos cerca de cien nenas en el formativo y se generaron tanto al Reserva como la Sub-16”, indicó.
Estar en el banco de suplentes de la cancha 2 del Polideportivo le dio más que gratos recuerdos a Soler. Mientras observa y da indicaciones a sus jugadoras en medio de un partido, voltea a mirar a su padre en la tribuna detrás del arco, alentándolo en el mismo lugar como cuando era un chico que integraba las inferiores. “Eso me lo trajo el Femenino y es una alegría enorme”, resaltó.