Bajo el ala de Jorge Almirón, Lanús ha edificado varios encuentros de altísimo vuelo. Pero pocos como el que produjo en la noche lluviosa de La Plata, que permitió la obtención de la Supercopa Argentina. El Granate jugó con una autoridad sensacional y agigantó su legado con un 3-0 inapelable.
La gran virtud de este cuadro del Sur es que no se le queman los papeles con facilidad. Siempre encuentra algún camino alternativo para lastimar. El temporal y la presión de River Plate atentaron contra el libreto tradicional de Lanús: salir con la bola limpia desde la línea de fondo.
El campeón de la Primera División comprendió el contexto. Por ello es que definió el pleito con dos contragolpes. En este contexto, lo que han hecho Alejandro Silva y Lautaro Acosta contra las bandas ha sido fundamental. El Laucha se aprovechó de un Milton Casco carente de ritmo; por su parte, el uruguayo tuvo a maltraer a Jorge Moreira.
Ni hablar de José Sand, viejo zorro que sabe tratar con zagueros centrales de experiencia como Jonathan Maidana. Asimismo, los hombres de Marcelo Gallardo buscaron obstaculizar el circuito de juego de Iván Marcone. Pero al Gordo es difícil intimidar, y se impuso en un mediocampo en el que su único rival fue Nacho Fernández.
Marcone recuperaba; Román Martínez distribuía; Sand perturbaba. La gran ventaja de Lanús sobre buena parte del resto de los equipos argentinos es que cada uno sabe qué hacer. Así se aprovechó de un rival que, a pesar de sus bajas (con Lucas Alario e Iván Alonso al frente), siempre es problemático. En especial por su fortaleza espiritual copera.
La Supercopa, como casi todos los certámenes recién nacidos, no es un trofeo muy codiciado. Pero haberla obtenido frente a River Plate y de una manera formidable engrandece la estirpe del Club Lanús, el tumbador de colosos.
La gran virtud de este cuadro del Sur es que no se le queman los papeles con facilidad. Siempre encuentra algún camino alternativo para lastimar. El temporal y la presión de River Plate atentaron contra el libreto tradicional de Lanús: salir con la bola limpia desde la línea de fondo.
El campeón de la Primera División comprendió el contexto. Por ello es que definió el pleito con dos contragolpes. En este contexto, lo que han hecho Alejandro Silva y Lautaro Acosta contra las bandas ha sido fundamental. El Laucha se aprovechó de un Milton Casco carente de ritmo; por su parte, el uruguayo tuvo a maltraer a Jorge Moreira.
Ni hablar de José Sand, viejo zorro que sabe tratar con zagueros centrales de experiencia como Jonathan Maidana. Asimismo, los hombres de Marcelo Gallardo buscaron obstaculizar el circuito de juego de Iván Marcone. Pero al Gordo es difícil intimidar, y se impuso en un mediocampo en el que su único rival fue Nacho Fernández.
Marcone recuperaba; Román Martínez distribuía; Sand perturbaba. La gran ventaja de Lanús sobre buena parte del resto de los equipos argentinos es que cada uno sabe qué hacer. Así se aprovechó de un rival que, a pesar de sus bajas (con Lucas Alario e Iván Alonso al frente), siempre es problemático. En especial por su fortaleza espiritual copera.
La Supercopa, como casi todos los certámenes recién nacidos, no es un trofeo muy codiciado. Pero haberla obtenido frente a River Plate y de una manera formidable engrandece la estirpe del Club Lanús, el tumbador de colosos.