Hace memoria pero con sinceridad admite: “No recuerdo cuántos torneos gané o perdí a lo largo de mi carrera, pero lo que conservo de forma emotiva son los ejercicios que logré, las amigas que tenía y a los lugares que fui”. Por esa razón quiere que sus alumnas puedan disfrutar el deporte sin presión, que tengan memoria de aquellos pequeños detalles que siempre quedan prendidos en el corazón.
Define a gimnasia artística como un deporte que se compara con una plaza gigante de diversiones, eso mismo fue lo que la atrapó. Esa metáfora se erige en el motor para enseñar la disciplina e incentivar a las niñas para que entren a ese mundo mágico en el que es muy difícil salir. “Una vez que fuiste gimnasta nunca más lo podes dejar”, manifiesta Morales.
Se describe como exigente, obsesiva y apasionada por su arte. Mas allá de su carrera como profesional sostiene que disfruta más su rol como profesora, ya que detalla: “Soy más insistente ahora que cuando era gimnasta”. Lo que más le gratifica a Analia es plantar en cada pequeña semillas de incentivación para que den sus frutos. “El entrenamiento es lo que más me devuelve. La alegría de mis alumnas cuando consiguen algo nuevo es inexplicable. Obviamente no hay nada más lindo que la satisfacción a la hora de obtener los resultados. Los logros de ellas los tomo como propios y los disfruto y festejo como míos”, explica la profesora con gran entusiasmo.
Con relación a su labor en el club se muestra muy conforme y valora desempeñarse en la institución. “Entrar al club fue muy agradable tanto por el grupo que tengo como por la comisión que se esfuerza a morir por la actividad. Quieren que haya un alto nivel por ello están atentos a lo que les pido y cumplen”, concluye Analia Morales, que contagia el placer que acarrea practicar gimnasia artística.