Si alguien quiere encontrar la mejor definición de fuerza de voluntad, que le eche un vistazo al Lanús que dirige Jorge Almirón. En un partido signado por el dolor reciente de perder la Copa Argentina, jamás hubo resignación en el ambiente granate. A raíz de esta situación, se logró arrancar un punto del estadio Mario Alberto Kempes, donde Belgrano siempre representa una amenaza mayor.
El campeón del fútbol argentino vivió una evolución tremenda dentro del propio partido. No tanto en el aspecto futbolístico, sino anímico. Luego de un primer tiempo anodino, los cambios introducidos por el entrenador surtieron efecto sobre un Belgrano diezmado, obligado a realizar dos variantes en el primer tiempo por lesión. Fueron Lautaro Acosta y Román Martínez quienes colaboraron mayormente para quebrar la resistencia de Juan Carlos Olave.
El mediocampista, por su clarividencia y virtudes para hacer circular el esférico; el Laucha por su velocidad y por su gol de cabeza. Sí, lo único que le faltaba al ídolo de bronce era marcar de la forma más insólita contemplando su condición física. Tiene todo lo que un hincha desea para su equipo.
Otra vez Lanús padeció tener varios rendimientos individuales bajos. Y, pese a que Belgrano no hizo mucho para lastimar, quedó aturdido por el golazo memorable de Mario Bolatti. El internacional argentino vulneró a Fernando Monetti con un disparo de larga distancia, no muy potente pero excelentemente colocado.
Merece ser destacado otra vez el andar de Marcelino Moreno, beneficiado por los ingresos de Acosta y Martínez. Generó inconvenientes en la línea final de los Piratas de Alberdi, y si hubiese estado en La Fortaleza varios aplausos habrían caído sobre él.
Como en aquel partido de Copa Sudamericana 2015, el gol del 1-1 llegó en la agonía del partido. Y por intermedio de una pelota parada, recurso que hasta el juego con Boca por la copa local no había sido explotado al máximo. Estadísticamente, Lanús sumó un solo punto. Pero por la forma de conseguirlo, valdrá mucho más en el futuro.
El campeón del fútbol argentino vivió una evolución tremenda dentro del propio partido. No tanto en el aspecto futbolístico, sino anímico. Luego de un primer tiempo anodino, los cambios introducidos por el entrenador surtieron efecto sobre un Belgrano diezmado, obligado a realizar dos variantes en el primer tiempo por lesión. Fueron Lautaro Acosta y Román Martínez quienes colaboraron mayormente para quebrar la resistencia de Juan Carlos Olave.
El mediocampista, por su clarividencia y virtudes para hacer circular el esférico; el Laucha por su velocidad y por su gol de cabeza. Sí, lo único que le faltaba al ídolo de bronce era marcar de la forma más insólita contemplando su condición física. Tiene todo lo que un hincha desea para su equipo.
Otra vez Lanús padeció tener varios rendimientos individuales bajos. Y, pese a que Belgrano no hizo mucho para lastimar, quedó aturdido por el golazo memorable de Mario Bolatti. El internacional argentino vulneró a Fernando Monetti con un disparo de larga distancia, no muy potente pero excelentemente colocado.
Merece ser destacado otra vez el andar de Marcelino Moreno, beneficiado por los ingresos de Acosta y Martínez. Generó inconvenientes en la línea final de los Piratas de Alberdi, y si hubiese estado en La Fortaleza varios aplausos habrían caído sobre él.
Como en aquel partido de Copa Sudamericana 2015, el gol del 1-1 llegó en la agonía del partido. Y por intermedio de una pelota parada, recurso que hasta el juego con Boca por la copa local no había sido explotado al máximo. Estadísticamente, Lanús sumó un solo punto. Pero por la forma de conseguirlo, valdrá mucho más en el futuro.
