Lanús consiguió un triunfo muy valioso contra Defensa y Justicia. No vale precisamente oro debido a que el torneo, pese a ser miniatura, recién comienza. Pero sí guarda mucha trascendencia. Porque fue ante un cuadro mañoso y audaz como Defensa y Justicia, porque se antojaba necesario consolidar el buen debut y porque José Sand retornó con vitalidad plena.
El marco trajo consigo una carga emotiva impresionante. En ese contexto, Defensa planteó un desarrollo friccionado y plagado de faltas tácticas para enmarañar el sistema nervioso del local. Es sabido: el entrenador Ariel Holan conjuga a la perfección intenciones ofensivas descontracturadas con picardía táctica. Su equipo se apoyó en la verticalidad de Hernán Fredes y Tomás Martínez –secundados por Agustín Bouzat y Fabián Bordagaray-, aunque siempre se movió en bloque dentro del rectángulo.
Una pelota parada desbarató la estructura del Grana, incapaz de romper el libreto adversario en buena parte del primer tiempo. Se sintió el gol de Bordagaray, puesto que la rebeldía individual no se hizo presente y el mediocampo no tuvo la serenidad para plantar bandera. Un cabezazo de Román Martínez que dio al horizontal hizo temblar al Halcón. La sensación que reinaba es que llegar a la igualdad iba a costar demasiado. Mas allí apareció el punzante José Luis Gómez y el inoxidable Sand. Una combinación perfecta para el 1-1.
La mejor versión del dueño de casa entró en escena cuando Junior Benítez comenzó a asociarse más con Acosta y la Coneja Gómez. Ese trinomio permitió que Pepe esté mejor abastecido en el sector decisivo del campo. Asimismo, Iván Marcone cobró mayor protagonismo y se mostró más lúcido en el primer toque desde el círculo central. Por la desfachatada velocidad del Laucha, el correntino sentenció el pleito desde el punto fatídico.
Fue una tarde de ovaciones. La hinchada granate, en el Día de San Valentín, deliró con sus ídolos amados. También festejó tres puntos de tamaña importancia y alimentó sus sueños de realizar una gran campaña.
Sand volvió a enamorar
